En la infancia
De 0 a 1 años.
La
sexualidad en un niño recién nacido, está muy vinculado a la relación con sus
padres. Su vivencia a través de los cuidados y las caricias de sus
progenitores. A través de ellos se crean lazos afectivos que serán necesarios
para el desarrollo social y sexual de estos niños.
Desde
la visión de la vida sexual del ser humano como algo flexible, cambiante y en
permanente proceso de transformación, se capta en toda su hondura la realidad
del hecho sexual. La sexualidad no tiene una sola función, ni es algo
particular de un periodo de la vida del ser humano. No es algo rígido desde que
nacemos hasta nuestra muerte. Cada etapa de nuestra vida tiene sus
peculiaridades y la sexualidad no es ajena a esta realidad. Por ello, una
visión positiva, enriquecedora y responsable de las bondades del sexo permite
disfrutar de lo bueno de nuestra sexualidad en cada uno de los periodos de la
vida.
La
infancia, a la que se ha considerado un periodo asexuado de la vida tiene, por
el contrario, una gran importancia en la formación del ser sexuado. Cuando
nacen, la niña y el niño tienen un patrón de conducta sexual poco diferenciado.
A excepción de los órganos genitales, distintos en cada sexo, el comportamiento
motor y sensorial es semejante en ambos.
De los 2 a los 6
años
En esta etapa de la vida del niño
y la niña hay una serie de cambios fundamentales (motores e intelectuales) para
su desarrollo en general y que tendrán un significado especial para el
desarrollo sexual.
- El control de esfínteres y el
modo de afrontar los padres y madres las circunstancias que los rodean puede
influir en el desarrollo de la sexualidad del adulto.
- Los problemas de celos y su
superación le van a permitir ver el mundo de las relaciones de modo menos
egocéntrico y aprender que compartir no es perder, sino ganar.
- La curiosidad que siente en
esta etapa se hace extensiva también a su sexualidad. De ahí que podamos hablar
de curiosidad informativa hacia el mundo que le rodea, curiosidad por lo físico
y lo emocional, y también en el plano sexual. El niño explora su propio cuerpo
y las sensaciones que va percibiendo. Aquí se corre el riesgo de que la actitud
de los adultos no sea colaboradora. Deben evitarse los gestos de desaprobación,
los silencios o la incomodidad, porque se convierten en un cúmulo de mensajes
para los niños y las niñas que influyen de manera notable en la percepción que
tendrán sobre su cuerpo. Es evidente que el niño o la niña van a sentir
curiosidad por el otro u otra. Querrán investigar en las diferencias físicas;
aparecen conductas que se pueden denominar como voyeuristas (mirar) y
exhibicionistas (mostrarse).
Comienzan
los juegos en los que los/as niños/as imitan conductas de marcado carácter
sexual, que ven en su entorno, en la televisión. Incluso en los últimos años de
esta etapa comienzan las actividades autoexploratorias y autoestimulatorias que
pueden generar angustia en los mayores y provocar reacciones reprobatorias
hacia el menor si no se contemplan como naturales y no se juzgan ni se intentan
corregir. En esta etapa tiene una especial importancia el proceso de
identificación e imitación de modelos de conducta sexual, que comienzan a definir
las actitudes ante la sexualidad y los modos de relacionarse en los planos
erótico y afectivo.
De los 7 a los 10
años
En
este periodo el niño y la niña son más autónomos, se manejan mejor en el mundo
real y conocen su identidad sexual. Por otra parte, la escuela adquiere una
mayor importancia en su desarrollo, aunque de poco sirve en esta disciplina si
el mundo académico continúa sin aportar ningún tipo de educación sexual
reglada. Es un periodo en el que las prohibiciones en todo lo concerniente a lo
corporal y a lo sexual se hacen mucho más explícitas. De ahí que las conductas
sexuales se hagan menos espontáneas y abiertas, sean más sutiles y ocultas, y
logren pasar desapercibidas a ojos de los adultos.
De
manera errónea, estas conductas pueden llevar a considerar esta etapa como de
desinterés sexual o periodo de latencia. Sin embargo, persisten los juegos
sexuales, que, aunque adquieren unas motivaciones añadidas, parten de la
curiosidad como elemento básico. El niño y la niña se afirman en lo que conocen
por observación de la conducta de los adultos; son conscientes de las
sensaciones físicas y emocionales asociad as al contacto y la cercanía física;
experimentan la excitación sexual y la relación afectivo-sexual con su grupo de
iguales. Por ello, las actitudes de reprobación o castigo por su curiosidad
pueden tener una influencia negativa en el desarrollo posterior de la esfera
psico-sexual de la persona.
Preadolescencia.
En
esta etapa se alcanza la madurez biológica, psicológica y social. En este
periodo el preadolescente experimenta emociones contradictorias. Por una parte
aún no ha abandonado su parte de niño, pero experimenta a su vez sensaciones
propias de adulto. El cuerpo del preadolescente ya no es el mismo que el del
niño, aunque tampoco evidencia el grado de desarrollo que recién se acentuará
en la adolescencia. Respecto al comportamiento, la preadolescencia es una etapa
de contradicciones: por un lado, el preadolescente mantiene conductas
infantiles pero, por otro, empieza a evidenciar un deseo de autonomía que se
acentuará en los años siguientes.
En la preadolescencia suele
iniciarse la identificación con el grupo de amigos. El niño que solía estar
apegado a sus padres deja paso al preadolescente que se siente identificado con
sus amistades, experimentando un sentido de pertenencia.
De manera paralela, la influencia
social comienza a ser más fuerte. En la niñez, las personas desarrollan su
personalidad a través de lo inculcado por la familia; a partir de la
preadolescencia, la influencia que ejercen ciertos líderes externos al grupo
familiar (que pueden ser un amigo, un maestro, etc.) se hace más notoria.
Como en toda etapa de
crecimiento, la preadolescencia suele incluir ciertos conflictos con los padres
y otras figuras de autoridad. Es importante, por lo tanto, que los adultos
acompañen al preadolescente mientras le inculcan valores que lo ayudarán en su
maduración.
En la adolescencia
En
la adolescencia la búsqueda de una identidad propia es la tarea central. Se crean
conflictos e inseguridades. Los conflictos con los padres son numerosos, ya que
suelen presionarle y empujarle a tomar decisiones según sus definiciones. Los
jóvenes hacen duras críticas a la sociedad y a sus padres. Se crean amistades
sólidas. Este periodo, que ocupa aproximadamente la horquilla entre los 11 y
los 19 años, está plagado de cambios muy significativos en el desarrollo de la
persona. Cobran una significativa importancia el entorno social, sus normas y
los modos de afrontar y resolver los conflictos propios del desarrollo.
En
este momento los jóvenes comienzan a establecer relaciones de pareja. Los
padres deben establecer una serie normas de forma consensuada con sus hijos. A
partir de ahí los jóvenes pueden tomar sus propias decisiones siempre que
respeten los valores y normas de las personas.
La pubertad es un periodo bisagra
que queda solapado entre la infancia y la juventud. En términos biológicos, la
pubertad se refiere a la fase en la que los niños y niñas presentan su
desarrollo sexual. Después llegan los cambios mentales y psicológicos,
necesarios para afrontar la vida adulta. Conviene distinguir al adolescente de
los adultos y de los niños. No son 'niños grandes', ni 'adultos inmaduros'. Son
adolescentes que requieren de especial atención, debido a que empiezan una
etapa de grandes expectativas en la que adquieren su propia identidad.
En la etapa adulta
Podemos
dividir esta etapa en dos periodos, de acuerdo a las dos décadas que abarca: la
que va de los 20 a los 30 años, y la que llega a los 40. En la primera, la
persona sufre multitud de cambios, sobre todo en el plano psicológico. Es un
tiempo en el que se toman decisiones que van a marcar el resto de la vida
(modelo de vida, trabajo, matrimonio, responsabilidades). En el plano de la
sexualidad es un tiempo de experimentar, conocer, buscar y profundizar en la
propia expresión sexual. Conviven la incertidumbre con la completa
satisfacción, y está presente todavía la preocupación adolescente sobre la
destreza en la práctica del sexo. Si en cualquier aspecto de la vida las
creencias y la educación moldean la conducta, en la sexualidad ocurre lo mismo.
En
la medida en que se logra madurez para preguntarse sobre principios y normas
relativas a la sexualidad, cada persona adquiere la posibilidad de desarrollar
su esfera sexual con total libertad y de vivir de un modo pleno su orientación
sexual (heterosexual, homosexual o bisexual). En la segunda etapa se culmina,
al menos se espera culminar, la orientación del deseo, el tipo de vida, el
estado civil y la estabilidad con la pareja, o, si se prefiere, en solitario.
Todos ellos son aspectos que tienen su repercusión en el comportamiento sexual,
aunque no desaparecen las condiciones anatómicas, psicológicas y emocionales, y
siguen presentes los recuerdos de etapas pretéritas, las fantasías, las
asociaciones y expectativas que conforman el entramado del que surge la
conducta sexual.
El adulto saludable desde el
punto de vista sexual debe de tener ciertos conocimientos y habilidades que
contribuyen al disfrute y la salud sexual que son:
·
Comportamiento
sexual
·
Salud
sexual
·
Sociedad
y cultura
·
Desarrollo
humano
·
Relaciones
humanas
·
Habilidades
personales
En la edad madura
Cumplidos los 60 años, la
sexualidad sigue desempeñando un papel importante en la vida, pese a la falta
de oportunidades para ejercerla y la marginación que sufre la población mayor
en la sociedad. Si todo lo concerniente a la sexualidad humana está muy
condicionado por una serie de mitos, éstos son especialmente asumidos en
nuestra sociedad cuando nos referimos a los mayores y su vida sexual.
Video: el desarrollo humano,https://www.youtube.com/watch?v=I9QxOJm0Dzo
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